15/01/19

Hola, de nuevo.

¿Cómo estás?

Ah, pero quiero una respuesta real. No de esas estupideces que decimos sólo por ser cordiales y preferimos que el otro nos conteste con la misma sutileza para no hacernos sentir incómodos.

«Muy bien, gracias. ¿Qué tal te va?»

«Ay, ¡qué bueno! Me da gusto. Igual, muy bien.»

No, gracias. Paso.

Tengo tantas ganas de saber, realmente, cómo estás.

¿Cómo te sientes el día de hoy?

Creo que, la mayoría del tiempo, estamos predispuestos y programados para contestar que siempre estamos bien. Que no nos pasa nada malo en este recorrido tan abrumador que llamamos vida.

JA.

(No te sientas atacado, esto es como autocrítica dirigida específicamente hacia mí. Solamente que es un tema con el que muchos, si no es que todos, nos podemos sentir identificados. Así que, easy. Puedes respirar.)

Y empiezo así esta nota o entrada, cómo sea que le quieras llamar, porque he sentido que realmente nadie entiende cuando estás mal. Nadie sabe por lo que estás pasando, nadie está presente cuando tu corazón se hace pedacitos y lo único que puedes hacer es sumergirte en ese vaso lleno de agua, que para muchos parece océano sin fin, aún así haya gente a la que le hayas contado y quieras que te lancen un salvavidas.

Lo que he pensado es, como alguien que ya tiene los dedos tan arrugados como pasas por estar bastante tiempo en el Pacífico y también parada desde la boya, queriendo ayudar a mis personas a salir de su desdicha, ¿hay mucho alboroto si estás contemplando la calidez del agua y simplemente quieres quedarte un rato pensando las cosas?

No sé a ustedes pero, esas mismas personas que a veces veo sumergidas hasta la nuca, son las que intentan siempre hacerme sentir «bien».

«No estés triste, ¿de qué te sirve?»

«Ya, no puedes estar mal. Tienes que levantarte y ver el lado positivo de las cosas.»

O k a y. ¿Desde cuándo lo que te pasa se ha convertido en batería? ¿De dónde se supone tengo que ver el «lado positivo» de algo que me ha marcado, si bien, para siempre?

Sí, hay cosas que literalmente, creo, son la personificación perfecta de «estar ahogándote en un vaso de agua». Para los que lo están sintiendo, ¿quién eres tú para clasificar lo que ese ser humano, siendo tu cercano, está sintiendo?

Si un alma quiere estar en pena o condena por algún cometido racional, irracional, pensante o no pensante, hay que dejarlos ser.

«Fue un error y todos somos humanos. Está bien que lo sienta un rato, pero no puede estar toda la vida sintiéndose mal.»

D é j a l a s e r.

Tenemos la capacidad de escoger lo que queremos para nosotros, aún si como espectadores tenemos opiniones, debemos dejarlos ser. Dejarlos nadar en su recipiente, tan hondo sea. Y, te darás cuenta que ellos, los mismos que se zambulleron en ese que parece charco para ti o un hoyo repleto de agua pareciendo no tener fin, son los que van a extender su mano para que los levantes.

Sentir es un don, sentirlo todo es lo más bonito que puede existir. Ya sea para bien o para mal. Sentimos, deberíamos de estar agradecidos. Y estamos en este recorrido para ayudarnos, para aceptar lo que nos duele y recargarnos en aquellos que tenemos juntos. No para idealizar cómo es que se siente estar triste y generalizarlo para más de siete mil millones en el mundo.

Y esto es una de las razones por las que empiezo este blog. Para poder ser realista en cuanto a mis sentimientos, para poder decir: «hoy me siento jodida», y no ser juzgada. Para exponer mis mayores tristezas ahora que me atrevo, sin tener a alguien particular enfrente de mí, tratando de entenderme o, tal vez, juzgarme.

Soy víctima de mis errores, de mis miedos. Las experiencias que he vivido me han hecho quien soy, sin lugar a dudas. Pero, cuándo más las sentí, cuándo realmente creía que no alcanzaba la palabra «tristeza» ni «desesperación» para clasificar lo que estaba sintiendo, no tenía la valentía necesaria para poder expresarme, sin sentir ese miedo recorrer todo mi cuerpo y hacerme no sólo víctima de mis acciones, sino culparme completamente y ser una más dentro de las categorías en las que jamás me vi metida.

Pocos lo saben, pero soy una persona sumamente orgullosa. Tal vez, en algunas situaciones, prefiero ser la persona que pare un pleito o en la que puede verse personificada la «madurez» (no realmente, pero sí decido ser la persona que prefiere dejar tranquilo el momento que seguir peleando, la mayoría de las veces), pero realmente, todo el orgullo que me hace falta con otros, es conmigo.

No puedo estar mal, no pude haber pasado por lo que he pasado porque eso significaría que me fallé. Que no pude hacerlo sola, que no puedo hacerlo sola. Y, déjenme decirles que es de mis mayores fallas.

Ahora, como alguien que no tiene ese miedo tan constante en su cabeza y prefiere emprender el camino de aceptar lo que ha pasado y lo que he vivido, creo que me está gustando escribirlo y contárselos. Creo que esto es lo que, en algún momento, necesitaba hacer.

Y heme aquí, abriendo mi corazón a extraños, sin miedo a ser juzgada porque creo que esto todavía nadie lo ha visto. Y en el momento en el que alguien lo lea, será otra historia. Posiblemente me estaré mordiendo las uñas, esperando que tengan una buena reacción y lo acepten. Porque los comentarios están bloqueados (no literalmente). Pero sí hacía mí, porque soy una fiel creyente a que la opinión tal vez no se pide, pero hay quién los escoge escuchar y quienes hacen oído sordo.

Yo, prefiero ser sorda y feliz. Por ahora.

Así que, vamos a empezar de nuevo.

Hola, por tercera vez.

¿Cómo estás?

¿Yo? Tranquila y con miedo. Feliz pero consternada.

Emocionada por este nuevo capítulo, preocupada como un estilo de vida.

Mordiéndome las uñas al estar siendo sincera, sin dejar de escribirlas con valentía.

14/01/19

Hola.

¿Quién eres?

Sí, tú. El que entró a esta nota, o la que probablemente esté sentada viendo su computadora o sosteniendo su celular para poder leer este artículo.

¿Que quién soy yo? No, yo pregunté primero.

Pero, tienes un punto. Este es MI blog, debería de presentarme primero.

Yo soy la gitana. Sí, así. Gitana, a secas.

Nazco hoy pero, tengo años de experiencia y todavía más años que esperan por ser vividos.

Soy un ser humano, con fallas y aciertos.

Todos los que me conocen saben parcialmente quién soy; tienen el gusto de conocer la versión que más me gusta contar de mí. A veces, cuando algo se sale de mis manos, tienen un vistazo ante la realidad de lo que soy.

Y hay veces que me gusta maquillar mis miedos, inseguridades y errores con mentiras. De esas que salen cuando te pones nervioso y decir la verdad no es opción. Sí, miento. ¿Acaso no mentimos todos?

Mira, ojalá no empieces a juzgarme por mis verdades.

Ojalá que te des cuenta de quién eres antes de empezar el juicio final.

Dicen que no puedes juzgar sin poner el ejemplo; entonces, soy libre de culpas.

Básicamente, vengo a buscar un espacio que jamás he encontrado. Un lugar en el que puedo decir quién soy, qué me molesta, cuántas veces he caído, cómo lo he superado, cuándo me he fallado y que nadie sepa si yo no quiero que lo sepan.

Entonces, esa soy yo.

Soy lo que he vivido, lo que quiero lograr en la vida. Soy las personas que conozco, que he desechado, que me han desechado y los que se han quedado. Soy mis experiencias, soy mis aciertos y mis fallas.

Soy una gitana, de esas que ni saben de dónde vienen, buscando por la vida a alguien que la entienda, que no la juzgue ni discrimine.

Soy Gitana, a secas.

Si estás leyendo esto por cuenta propia, espero encuentres algo que te guste, con lo que te conectes o simplemente te entretengas al leerme. Para eso escribo, para que me lean y dejar una huella, tan minúscula como enorme sea.

Y si estás leyendo esto porque yo te lo enseñé, quiere decir que he agarrado la confianza suficiente para que me conozcas. Para que entiendas muchas cosas que antes no tenían explicación, para que compartamos y discutamos lo que he vivido. Para que seas parte de mi crecimiento, mis introspecciones y mis miedos, lo que he vivido, lo que vivo y me falta por vivir.

Si estás leyendo esto porque te lo enseñé, te aseguro que hay pocas personas que me conocen tanto como tú y estoy lista para compartir estas anécdotas contigo.

Y, sea como sea, si estás aquí leyéndome, eres como mi psicólogo inventado; no te pago, no te pido tu opinión pero te lo estoy contando. Me estoy abriendo contigo, sin que me lo tengas que pedir ni yo preguntar.

Así que, bienvenido seas.

Espero estés listo para un buen conjunto de historias.

De mí, de mi vida.

Abróchense, que ahí voy.